Nuestro comportamiento, actitudes y relaciones personales son factores que determinan la efectividad con que habremos de desempeñar los distintos roles que comprenden a nuestra naturaleza humana. De tal suerte que para ser más efectivos en dichos roles, necesitamos adecuar comportamiento, actitudes y relaciones a los requisitos que son indispensables para tener éxito.
Hay quienes han atacado el problema desarrollando técnicas para la comunicación eficaz, para influir sobre los demás o pensamiento positivo. Las técnicas mencionadas pueden ser útiles sólo a corto plazo, ya que se valen de la duplicidad o falta de sinceridad, lo cual no favorece la confianza de los demás y de nosotros mismos hacia nuestra persona, condición vital para el éxito permanente.
Stephen Covey identifica dos tipos de grandeza. La grandeza primaria, ligada a la bondad y fortaleza del carácter, nos permite tener acceso como consecuencia al segundo tipo de grandeza, la social, de una manera más segura y duradera que si lo hiciésemos a la inversa. El precio de alcanzar el éxito social sin pasar antes por la nobleza interior es el deterioro de otros aspectos de la vida como son la familia y la salud.
De lo anterior expuesto se deriva que para ser altamente efectivos es preciso fortalecer el carácter. El tema que vamos a explicar es básicamente una propuesta para el fortalecimiento del carácter basada en principios, que consiste en siete hábitos, los cuales no son partes independientes, sino un todo integrado que gradual y secuencialmente nos conducen a la efectividad personal.
La fuente de nuestras actitudes, conductas y relaciones con los demás, son los modelos o concepciones que nos hemos formado en la experiencia. Poseemos dos tipos básicos de modelos:
- Realidades, o de cómo son las cosas.
- Valores, o de cómo deben ser las cosas.
La propuesta del autor es un modelo basado en principios, entendiendo por principios, las directrices para la conducta humana que han demostrado históricamente tener un valor permanente. Conducirse con un modelo basado en principios equivale a regir la conducta de adentro hacia fuera, desde lo más fundamental de nuestra naturaleza humana. Los principios que habrán de gobernarnos serán la rectitud, honestidad, dignidad humana, servicio, excelencia y potencial de crecimiento, los cuales habremos de practicar a través de los siete hábitos.
Un hábito es el producto de la conjunción de saber qué hacer y por qué (conocimiento), de saber cómo hacerlo (capacidad) y querer hacer (deseo).
El carácter en su desarrollo pasa por un continuo de etapas dividido para fines descriptivos en tres niveles: (Ver 2do. cuadro)
- Dependencia (etapa del tú).
- Independencia (etapa del yo).
- Interdependencia (etapa del nosotros).
Es en la etapa de interdependencia cuando la efectividad de la gente es más alta. La efectividad es el equilibrio entre lo que se produce y los medios o capacidad de producción (P/CP).
Los bienes con que cuenta el hombre pueden clasificarse en:
- Físicos.
- Económicos.
- Humanos.
Es conveniente no descuidar ninguno de ellos, puesto que unos sirven de insumos para producir los otros, se encuentran en interdependencia.
Para terminar con esta introducción conozcamos el principio del CP organizacional:
“Siempre hay que tratar a los empleados exactamente como queremos que ellos traten a nuestros mejores clientes”.
Los 7 hábitos:
Los hábitos del 1 al 3 tratan de “victorias privadas”, cómo trabajar consigo mismo para desarrollar su carácter. Los hábitos 4 al 6 lo llevarán a “victorias públicas”, cómo desarrollar la personalidad para tener éxito trabajando con otras personas. El 7mo hábito es el de la auto-renovación, el mantenimiento básico necesario para mantener los hábitos restantes funcionando adecuadamente.
El 8vo. hábito supone escuchar nuestra propia “voz interna” y enseñar a los demás a identificar la suya propia. Se trata de enseñarle a los demás el arte de sacarle provecho a lo que es propio de cada individuo; de modo que cada persona se vuelva indispensable en la organización en virtud de sus capacidades irrepetibles.
En este hábito se centra la base del entendimiento integral de uno mismo, desarrollar lo que se tiene para dar y, en consecuencia, proyectarlo a los demás.
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